Cuando se trata de una buena estrategia de comunicación, las claves generalmente están lejos de las luces hacia donde van todas las miradas. La investigación no se ve -o apenas se percibe- pero es la base.
La comunicación siempre ha ido de la mano de la creatividad y de la táctica. Sin embargo, detrás de cada diagnóstico, estrategia o plan es necesario contar con un sustento teórico.
Nuestra profesión tiene un fuerte componente humano. Debemos anticiparnos a las reacciones que podemos generar, leer al público mejor de lo que ellos pueden interpretarse a sí mismos. Esto luego se plasma en campañas, en palabras, en oportunidades.
Cuando vemos el producto final de una estrategia de comunicación, la ejecución -que puede y debe ser creativa- suele llevarse toda la gloria. Sin embargo, nuestro trabajo detrás de escena es mucho más grande y es esta investigación la que lo sostiene.
Es por ello que, muchas veces, nuestros mejores trabajos son realizados detrás de bambalinas, invisibles al público: un mensaje claro, una respuesta concisa, una crisis mitigada con rapidez.
A la hora de definir públicos, designar voceros, marcar los tiempos de exposición; las decisiones no pueden basarse en la intuición sino en bibliografía, métricas y experiencia.
Las reglas de juego en la comunicación no son aleatorias ni subjetivas.
En la comunicación tanto la inventiva como la investigación deben tener un lugar en la estrategia. La creatividad puede darnos resultados diferentes, pero si tiene una base sólida, todos llegarán a buen puerto.