El incontenible avance tecnológico sigue generando nuevas capacidades. La inteligencia artificial permite soluciones como el ChatGPT que en segundos puede hasta crear un cuento a partir de algunos datos sueltos. Es una maravillosa herramienta. Sin embargo, no podrá sustituir el impacto de procesos en esencia humanos como la construcción de cultura, el proceso de creación, la maduración de una idea y la generación de empatía.
No hablo de los productos finales: ahí la inteligencia artificial aporta soluciones rápidas y buenas. Estoy hablando de los impactos que genera su proceso de creación y voy a contarlo con un ejemplo concreto. Como forma de celebrar nuestros primeros nueve años, en Signo nos embarcamos en la actualización de nuestra identidad gráfica y nuestra web. Quisimos reivindicar nuestra cultura acompasada a la modernización de la comunicación. También a los cambios en nuestro contexto y a la evolución de las agendas y de las sensibilidades.
Nuestra nueva imagen podría haber insumido pocos días, es probable. Sin embargo, elegimos un camino más largo: involucrar a todo el equipo en la creación. Todos participamos, elegimos, votamos -y vetamos-, argumentamos y no paramos hasta encontrar esa identidad en la que todos nos viéramos reflejados.
Confieso que al inicio había elegido una opción diferente a la que terminó predominando, pero cuando se inicia este camino hay que respetarlo. En pocos días me fui dando cuenta de que la opción que eligió el equipo es la mejor. Esta identidad gráfica actualizada, con su paleta cromática más diversa, me enamora cada día más.
Pero lo principal es que el camino que hicimos generó impactos imposibles de lograr pidiéndole respuestas a la inteligencia artificial. Nos hubiésemos perdido una enorme oportunidad.
Si todos participan en la definición, sienten responsabilidad y compromiso. Reciben el mensaje concreto y creíble de que su opinión es valiosa y respetada. De que son parte de un equipo y de su destino. Se empoderan. Nada mejor para una organización que tiene al talento humano en su centro.
En el proceso, por momentos, nos aceleramos demasiado y en otros casos bajamos varios cambios y metimos alguna que otra marcha atrás (para qué negarlo). Dudamos e intercambiamos argumentos hasta llegar a la síntesis. Nos encontramos preguntándonos, una vez más, qué nos hace fuertes, cuáles son nuestras señas de identidad, desde dónde venimos y hacia dónde vamos. Por supuesto, nos divertimos mucho. Y, en fin, construimos cultura.
Los procesos de maduración en la comunicación son insustituibles no por el producto sino por los impactos del proceso. Esto debería darnos claves sobre en qué casos utilizar la inteligencia artificial y en cuáles optar por el camino más largo que nos empuja a crecer.