Tu mejor velocidad para comunicar

Tu mejor velocidad es la que te permite avanzar hacia un destino claro en el menor tiempo posible sin chocar. Esto parece obvio pero todos lo olvidamos con asiduidad. Entonces nos enfrentamos al eterno dilema: por apurarnos nos convertimos en conductores de autitos chocadores que para llegar a destino tardan mucho, erran el camino y encima gastan en exceso porque queman combustible y maltratan a sus vehículos.

Y a eso se suma un enorme desgaste emocional. Todo causado por la falta de un rumbo claro, por correr sin saber bien hacia dónde.

Esto es aplicable a la comunicación, donde el control de la ansiedad y la decisión de analizar qué es lo que se hará, antes de ejecutarlo, es una virtud tan necesaria como inusual.

Es bueno permitirse dudar, hacerse las preguntas correctas.

Salvo en casos extremos siempre hay tiempo para evaluar dos o tres maneras de hacer las cosas y elegir una. La dificultad radica en darse cuenta y serenarse. Las cosas salen bien cuando se piensan antes de hacerse; por el contrario, algo irreflexivo puede salir bien por azar pero el riesgo de que todo se complique es mucho mayor.

Por eso, el control de nuestra humana y natural ansiedad es una clave para hacer las cosas bien en comunicación. Antes de correr, invertir tiempo en pensar.

Claro, alguien preguntará: ¿y cómo se hace para convencer a los demás de eso? La pregunta es buena porque su respuesta es difícil. Pero ese ya es otro tema.