Seguimos hablando de la era del internet como algo novedoso pero, en realidad, esta herramienta ha estado entre nosotros desde finales de los 80. Mientras que nos es imposible recordar cada paso que dimos en los últimos años, internet lo recuerda todo. Cada imagen que se sube a la red, cada comentario en una foto, cada tuit. La memoria de internet es tirana.
Si bien esto aplica a todos los usuarios, cualquier empresa o figura pública ha de tener especial cuidado con lo que publica o apoya en redes sociales. Esto va desde un me gusta o fotografías en las que puedas estar etiquetado, donde el usuario tuvo una incidencia directa, hasta comentarios que se puedan sacar de contexto o páginas que cambian su nombre y con ello el significado de lo que se apoya.
En tiempos de redes sociales, cada click forja la imagen que se tiene de un usuario. Si bien cada plataforma tiene sus propias reglas, al final del día la imagen que de uno tiene el entorno se construye con todas las facetas presentadas: no podemos dejar ningún aspecto de nuestra imagen librado al azar, ni asumir que no saldrá a la luz.
Las redes sociales son una ventana a la vida privada de sus usuarios: si bien podemos controlar quiénes acceden, debemos tomar en cuenta que todo el contenido que forma parte de la web está al alcance de quien desee encontrarlo. Por eso es clave actuar con estrategia y consciencia. De lo contrario, podríamos estar generando bombas de tiempo.