Primera escena: obtengo información. Segunda escena: fijo objetivos. Tercera escena: tomo decisiones. ¿Cómo se llama la película? En escenarios de normalidad (los “tiempos de paz”) se llamaría “Un resultado razonablemente asegurado”. Pero hoy, en medio de un virus que desestabiliza el planeta, diría que el nombre queda en suspenso, condicionado a la siguiente pregunta: ¿la información es buena?
Volvamos a la primera escena, porque si allí hay pasos en falso se caerá todo lo demás. En este momento, la producción de mensajes -llamémoslo así porque no todo es información- sobre le coronavirus circula a mayor velocidad que el propio virus, lo cual es mucho decir. Desde informaciones puras, duras y precisas, otras muy imprecisas, otras de fuente poco chequeada, otras que surgen de la intención de desinformar, opiniones, teorías conspirativas, análisis de expertos, etcétera.
Si la calidad de la información es muy importante para la toma de decisiones de empresas y organizaciones, hoy es crucial.
Aquí van tres puntos que me parecen centrales: conocer y confiar en la fuente de la información; asumirla como parte de un puzle dinámico e inacabado y por lo tanto tomar los datos más concretos a disposición; sumar cabezas lo más diversas posible para el procesamiento y el cuestionamiento de esa información con miras a la toma de decisiones.
Esos pasos no garantizan el éxito, pero utilizar información de mala calidad garantiza el fracaso.