A esta altura estoy convencido: estamos en un período bisagra para nuestra actividad. Las empresas y organizaciones uruguayas están entendiendo cada vez más el poder de la comunicación estratégica.
Recién en la década de 1990 llegó a las empresas uruguayas el conocimiento de la comunicación corporativa. El mercado fue creciendo hasta llegar a una segunda fase: las empresas empezaron a incorporar la comunicación profesional como parte de sus lógicas de funcionamiento y de sus presupuestos. Fue un gran avance. Sin embargo, asumirlo no significa que se entienda el verdadero potencial de la comunicación.
Y es ahí donde, a mi juicio, estamos llegando. Despacito y gradualmente -bien “a la uruguaya”- pero estamos golpeando las puertas de esa tercera fase.
Esto se percibe con claridad en las conversaciones pero también en los puntos de partida. Cada vez más los clientes nos demandan servicios con una mirada integral, que entiende la necesidad de articular herramientas en un proceso estratégico. Que comprende la importancia capital de los contenidos orgánicos, sólidos, creíbles, que construyen relaciones sustentables con cada uno de los públicos: los integrantes de una empresa, los clientes, los proveedores, la sociedad en su conjunto, los tomadores de decisiones, los periodistas y medios de comunicación, los competidores.
El inicio de año es buena excusa para decirlo. Hay un avance, y se nota.